STARS AND STRIPES FOREVER
La Terraza – Joan de Sagarra (La Vanguardia, 16/01/11)
El 9 de enero de 1951, a las 8.30 de la mañana, el USS Newport News, el buque insignia de la Sexta Flota estadounidense, hacía su entrada en el puerto de Barcelona disparando una salva que fue contestada con veintiún cañonazos por las baterías del castillo de Montjuïc. Instantes más tarde fondeaba junto a los buques de la marina española Eolo, R-10 y Magallanes, los tres con su tripulación vestida de gala y formada en cubierta. Después, en intervalos de quince minutos, llegaba el resto de la flota integrada por los destructores USS Barton, USS Strong, USS Soley y el dragaminas USS Harry F. Bauer, que atracaron en la punta del muelle. La Sexta Flota llegaba por primera vez a Barcelona.
Así lo cuenta el periodista Xavier Theros en su libro La SisenaFlota a Barcelona. Quan els nord-americans envaïen la Rambla (La Campana, 2010), que ha sido galardonado con el premio Josep Maria Huertas Clavería en su tercera edición. Un libro de 454 páginas (ilustrado con fotografías de Pérez de Rozas, Català Roca, Joan Colom y Nat Farbman, de Life) en el que se narra la presencia de la Sexta Flota en Barcelona durante 36 años (de 1951 a 1987, año en el que, tras el atentado con bomba en la sede de USO, el club de acogida de los marines norteamericanos de la plaza Medinaceli y en el que resultó muerto el marinero Ronald Strong, el Comando de la Sexta Flota anunció la cancelación por tiempo indefinido de la llegada de sus buques a Barcelona). Una presencia que hasta comienzos de los setenta, en que se hace patente el rechazo a esta, afectará sensiblemente la vida de los barceloneses y de manera muy especial la de los habitantes de la zona más próxima al puerto.
Hasta el día de hoy, la presencia de la Sexta Flota en Barcelona era un tema anecdótico, desperdigado con mayor o menor fortuna en un montón de libros que tratan sobre el Barrio Chino y más concretamente sobre la prostitución en Barcelona y, en menor medida, en aquellos que se ocupan de los bares de la zona y de los locales en los que se escuchaba música de jazz. Pero, sorprendentemente, no existía un libro que contase y analizase con todo detalle lo que supuso la llegada de aquellos buques y su larga estancia para nuestra ciudad. Y que lo contase y analizase con absoluta seriedad, es decir, recurriendo tanto a fuentes locales, en especial la prensa, como a fuentes norteamericanas (ya sea la propia US Navy, ya sea el consulado de EE.UU. en Barcelona). Pero así y todo, cabía la posibilidad de que un libro de tales características resultase un latazo, vamos, que se hiciese difícil de digerir. Afortunadamente, el libro de Xavier Theros no incurre en tal defecto, más bien todo lo contrario.
El libro de Theros es un libro muy ameno, un libro a menudo suculento, un libro periodístico, en la más noble acepción de la palabra, que hace honor al premio con que ha sido galardonado y que lleva el nombre de un maestro de periodistas, de periodistas a la vieja escuela: Josep Maria Huertas Clavería. No creo que al amigo Huertas Clavería le cayesen demasiado bien los chicos de la Navy, ni la OTAN, ni todo el tinglado. Uno de sus libros se titula Cada taula (en este caso de la redacción de El Correo Catalán) un Vietnam, con lo que creo que ya está todo dicho. Pero me atrevo a afirmar que, de haberlo podido leer, no le hubiese dejado indiferente la página en la que Theros cuenta los motivos por los que la Sexta Flota abandonó el puerto de Barcelona. Theros cita varias fuentes: la de Francisco Navas, el propietario del bar El Paso, según el cual quien echó fuera a los norteamericanos fue el presidente Pujol bajo presión del ejército español, ante el peligro que suponían unos buques que podían arrasar toda Catalunya con sólo apretar un botón rojo. Otra fuente es el señor Feliciano Bofarull, de Los Caracoles, quien sostiene que los norteamericanos se fueron bajo la presión de los comunistas y la gente de Esquerra Republicana. Pero la más divertida, la que a buen seguro hubiese hecho las delicias del amigo Huertas, es la que apunta el camarero de un bar del Chino, el cual afirma, se-gún cuenta Theros, que los norteamericanos se largaron porque, con los socialistas, la vida –y sobre todo las meuques– se había encarecido considerablemente en Barcelona. “Cardar ja els hi sortia massa car”, dice el gracioso camarero.
Todos los miembros de la Lamentable Penya, que es la que compone el jurado que concede el premio Josep Maria Huertas Clavería, estamos muy contentos y orgullosos con el libro de Theros. Mi amigo Juan Marsé, que este año actuaba como jurado invitado, está encantado con él. El día en que presentó el libro en el bar Kentucky, en el Arc del Teatre, nos dijo que de haberlo podido leer unos meses antes le habría ayudado en gran manera en la redacción de su próxima novela, Caligrafía de los sueños (Editorial Lumen), la cual se pondrá a la venta el próximo 11 de febrero y en la que Marsé describe algunos escenarios, bares y locales, que aparecen en el libro de Theros, como el mismo Kentucky, que abrió en 1947, y que el joven Marsé, que a la sazón trabajaba en un taller de joyería, había empezado a frecuentar tres años más tarde, más o menos cuando llegaba a Barcelona la Sexta Flota, porque unos compañeros del taller le habían dicho: “Al Kentucky hi ha putes noves”.
“OTAN no! Bases fora!”, se oía gritar en la Barcelona de los ochenta. Pero en los cincuenta y principios de los sesenta, la Sexta Flota era el zippo, el chicle Bazooka, los tejanos de la Barceloneta, el Jamboree Jazz Cava, el rock and roll del Jazz Colon y… las putas nuevas del Kentucky.
Juventud, divino tesoro.
Los miembros de la Lamentable Penya habíamos pensado en un principio presentar el libro de Xavier Theros en el Jamboree, la jazz cava de la plaza Reial, con la colaboración del Instituto de Estudios Norteamericanos, pero al final se optó por el bar Kentucky. Sigo pensando que valdría la pena celebrar una noche de jazz funky en el Jamboree en recuerdo de aquella época. Así como una exposición de fotografías y testimonios de esta. No en balde, como dice Theros, los "marines” inventaron el turismo.
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